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Tendría todo ¿No?

El amor te hace estúpido, eso dicen. Voy a convertirme en ello, abandonando el orgullo, mitigando de a poco la timidez, sofocando los mi...

Historia de un reino imaginario, un cisne y el estúpido mendigo de la laguna

En un reino muy lejano,
existía un príncipe, 
el cual, 
tenía un aparente aprecio por los cisnes jóvenes.
Un día, 
paseando por las lagunas del jardín del palacio,
encontró un bello ejemplar de cisne hembra,
joven, reluciente, admirable e inocente.
Él se enamoró de ella - o eso creía - más bien, ello era solo deseo,
pero le bastó con dar una serie de órdenes 
y se apoderó de ella, 
se apoderó del corazón - y más que eso - se apoderó con obsesión.
En sus primeros años, el se desvivía por su cisne hembra,
le daba todo lo que estaba a su alcance, 
solo para obtener lo que él deseaba, solo para saciar sus deseos.
No le interesaban sus sentimientos, no le interesaba sus pensamientos,
Él solo la admiraba, la apreciaba, la deseaba, pero.. nunca la amó.
Al pasar el segundo y culminando el tercer año,
el cisne había cambiado. Ya no era hermosa. 
había perdido su hermoso plumaje juvenil, 
su figura había cambiado,
había perdido sus siluetas, 
engordó 
y perdió su encanto. Y al mismo tiempo, él perdió el deseo hacía ella.
El encanto había desaparecido, la obsesión ya no existía. La despreció.
En este tramo de tiempo, ella se había acostumbrado a las comodidades,
a los lujos, al compañerismo - mal llamado amor - y a dejarse usar sin medida.
No le importa más que cumplir su labor de abnegación de deseo hacía el príncipe.
Sin embargo, ya todo cambió.
Ya no existía nada de ello, 
el príncipe la despreció, 
la humilló 
y la hizo expulsar del palacio.
Sola, sucia, desconsolada, 
nadando de aquí para allá,
sin encontrar reposo, sin encontrar paz.
Dándose cuenta de que solo fue usada,
solo fue un objeto de deseo,
solo fue compañerismo,
solo fue y ya no es.
Pero en el momento justo, en el momento justo del duelo.
En aquellos lugares donde transitaba asolada,
encontró a un mendigo, alguien que cambiaría su vida,
alguien que lograría darle un poco de reposo.
El la miró directamente a los ojos,
y notó su dolor. Y al contrario del príncipe, se enamoró, pero de su alma.
Algo muy hondo dentro de sus ojos lo enamoró.
El le dio consuelo un breve lapso de tiempo, pero que fue eterno.
Le enseñó varias lecciones para su vida,
le enseñó a valorarse, a amarse y respetarse,
sin importar su plumaje, su silueta ni nada de su apariencia.
Invirtió todo de su esfuerzo para verla feliz,
para verla alegre. Sonreía ella y él era feliz.
Bastaba solo con eso.
Pero no todos los finales son como esperamos,
y el mendigo - muy poco hábil - 
muy poco cordial y mucho menos educado,
en su basta ignorancia, 
la tomó en sus brazos y la lastimó,
sus palabras eran grotescas y duras,
pero sin malas intenciones.
Pero ella no comprendía ello, 
porque vivió rodeada de buenos hábitos en el palacio.
Y se sintió dolida, se sintió herida. Y dudó.
Dudó tanto que llego a pensar nuevamente en su príncipe,
dudó tanto que ya no se acordaba de los agravios que le habían propinado,
dudó tanto que omitió las humillaciones, los insultos y la degradación,
dudó tanto que volvió a amar a su príncipe, que ahora había logrado más triunfos.
Por eso, se alegró de él y volvió.
Abandonó al mendigo. Sin dar muchas explicaciones huyó, tras los brazos de su príncipe,
que había logrado convertirse en Rey y ella aunque sabía que él no la amaba - extrañaba su compañía -
ese sentimiento morboso de deseo y esos traumas, esos dolores, se convirtieron nuevamente en amor,
Comenzó a amar todo ello. No le importó todo el dolor, todo el sufrimiento, ella prefería la comodidad,
mucho más que el amor que podía darle un simple mendigo, un pobre ser que sin educación y fineza,
la quiso amar.
La moraleja es clara, no hay mucho que agregar. 
El mendigo aunque quiera ser príncipe, aunque quiera ser lo mejor para su cisne, va a ser siempre mendigo.
Y el príncipe, aunque sea un gran verdugo, un gran inquisidor, siempre va a ser el príncipe del cisne.
Muchas veces los cisnes se adaptan y olvidan los maltratos, solo por - comodidad y compañía - por miedos,
por dudas.


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